Edward Osborne Wilson, "Consilience: la unidad del conocimiento" (1998).
Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos. Se murió aquel manchego, aquel estrafalario fantasma del desierto y ... ¡Ni en España hay locos! ¡Todo el mundo está cuerdo, terrible, monstruosamente cuerdo! ... ¡Qué bien marcha el reloj! ¡Qué bien marcha el cerebro! Este reloj ..., este cerebro, tic-tac, tic-tac, tic-tac, es un reloj perfecto ..., perfecto, ¡perfecto!
viernes, 27 de abril de 2012
La ciencia
Hoy en día, la división más grande en el seno
de la humanidad no es aquella que existe entre las razas, entre las religiones,
o incluso, como muchos creen, entre la
gente educada y los analfabetos. Es el abismo que separa a las culturas
científicas de las precientíficas. Sin los instrumentos y el conocimiento acumulado de las ciencias naturales, los
humanos están atrapados en una prisión cognitiva. Inventan ingeniosas especulaciones y mitos sobre el
origen de las aguas que los confinan, o sobre el sol y el cielo y las
estrellas, y sobre el sentido de su propia existencia. Pero se equivocan, siempre
se equivocan, porque el mundo está demasiado alejado de la experiencia ordinaria
como para que baste con simplemente imaginarlo.
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