jueves, 15 de noviembre de 2012

Libreria Relieve

Llanto y canto a la Vieja Olma
 
Otros lo ven con ojos y voz de esparadrapo
(poética dentro de la acción artística cultural S.O.S. Relieve)
* * *
Ciudad de adormecida Alma,
¿Qué no ves ya próxima tu herida,
Que quieren arrancar su hoja tan querida,
Dejando vacío el tiempo de un tajo al tronco de la Olma?
¿No ves tu voz en boca ya apagada?
Visibles son las tiras blancas que cubren las miradas,
Vendas, que ni curan, ni secan lágrimas.
Entonces, llegarán las campanas tristes y apagadas.
Llegarán con su pala y su guadaña. Luego,
Caerá el polvo que cubrirá el verde brote de la vieja Olma con su alma.
Las hojas calcinadas de sus libros, yacen yertas de palabras.
¡Al Matadero! , te dijeron. No cabe más verdad en dos palabras.
–Dame una sonrisa, que te haré una foto. Verás que bien sales parado.
La ciudad dormida, callada estaba. ¡Hay Castilla, cuanto padecer has guardado!
De los surcos del campo ya labrado,
Vieron dos alondras que en pleno vuelo estaban,
Brotar de la tierra gotas de rocío ensangrentadas.
Su canto se apagó de golpe y el viento envuelto en polvo las ahogaba.
No lloren la pérdida de una vieja librería...
Que, Relieve vive, pues tiene Alma.

 
La Casa sobre el Tejado a 2 de noviembre de 2012
m.S.
El Ayudante
 
Leído por Pepe el sábado 3 de noviembre,pasadas las 13 horas, durante las acciones del programa cultural organizado por el Colectivo Elefante Rosa: 'Rasca y Gana, manual de adaptación al medio'.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Jodida y rejodida


Jodida y rejodida
Dueña de nada, llena de nada, ni de mi misma
Repartido el cuerpo en mil  pedazos esparcidos por mi mundo como polvo de estrella
Una vez rotos todos los sueños te das cuenta de la verdad
 
La que no quiero ver, la misma que no nombro, de la que no hablo, por si acaso me la creo
 
La misma que cada día cuando acaba, me termina superando, aunque sea en el último segundo, aunque sea tarde, aunque no sea

domingo, 4 de noviembre de 2012

La realidad

De niña hacía calendarios tachando los días que me quedaban para volver allí. Recuerdo aquellos viajes interminables, tres o cuatro días tardábamos en llegar, ya que, a pesar de que mi padre siempre me decía que sólo eran cuatro horas, para mí eran infinitos. Deseaba tanto estar allí que toda mi vida giraba en torno a ello, soñaba muchas veces con ríos y montañas, con trenes humeando al atravesar el túnel que se ve desde mi ventana, con ir a caballo, soñaba con veranos invencibles.
De vez en cuando los sueños eran reales, cuando estaba allí. Recuerdo momentos concretos tan nítidamente que es lo único que puede darme señales de continuidad en mi vida, ese lugar es lo único que la sostiene, desde que nací y hasta que muera.
Me encantaba la vida allí, jamás me aburría y sabía que los demás niños no me entendían, que yo era diferente. Mientras las demás niñas soñaban con ser princesas, yo prefería ir con mi abuelo a recoger la hierba, a dar de comer a las gallinas, o a ordeñar. Recuerdo que el sentirme incomprendida por muchos me daba tan igual que ahora me hace sentir orgullosa.
Hay momentos grabados en las paredes de mi memoria en los que recuerdo que pensaba como sería mi vida cuando nada de esto estuviera, cuando todo desapareciese. Sabía que no era eterno, que mi abuelo se haría mayor, que la vida en los pueblos cada vez iría a menos, que nadie querría dedicarse al campo, y lo peor de todo, sabía que yo crecería, tarde o temprano. Con 10, 15 o 20 años... Daba igual, algún día pasaría, y todo aquello que me hacía feliz, dejaría de importarme.
Y así pasó. Deje de ir tanto al pueblo y cuando iba, en vez de estar con mi abuelo por el campo o atendiendo a los animales, me quedaba en casa viendo la tele o simplemente no haciendo nada y me aburría y lloraba, intentando vivir una vida de mayor cuando no lo era, y una vida de ciudad cuando no lo era. Por supuesto, deje de hacer calendarios.
En el fondo me daba mucha pena, pero era algo de lo que tampoco me arrepiento porque no se puede controlar, las ganas, la ilusión, etc., son cosas que están fuera de nuestro control, precisamente porque están demasiado dentro. Me daba tanta pena que a veces fingía para mí misma e intentaba hacer todas aquellas cosas que antes me gustaban tanto y me hacían tan feliz. Me ponía las botas de monte e iba a las cuadras, a regar, al campo… pero no quería eso, no quería admitir que la sociedad me había vencido, no quería admitir que empezaba a soñar con ser princesa.
Pero poco a poco vas creciendo, y lo que en aquel momento me pareció un salto de gigantes, un cambio en mi vida, mi forma de ser y mi personalidad, ahora sé que era todo lo contrario.
Ahora sé que allí soy feliz. A pesar de que todo ha cambiado, sobretodo yo misma, se que ese vuelve a ser mi sitio, y a veces pienso que nunca ha dejado de serlo. Ahora sé que es posible, que es real y está al alcance de mi mano, solo tengo que cogerlo.
Y lo sé porque a veces pasan cosas que nunca te esperas. Lo muerto renace al igual que lo vivo muere, al igual que mis abuelos se hacen mayores, al igual que cada vez los pueblos están más vacios y se va más gente a las ciudades, ahora que el campo ya no es importante, y, por supuesto, ahora que yo me he hecho mayor.
Me he hecho mayor pero no lo suficiente (al final ni a los 10, ni a los 15, 20 ni 25 años), como para condenarme a creer que crecer es alejarme de todo lo que me ha hecho ser quien soy.
 
 
Nuria